martes, 6 de noviembre de 2012

¿Te cuento un secreto?

Columpio en unos de los canales de Utrecht 27/10/2012
-¿Te cuento un secreto?-dijo Azucena.
-Ahora no cariño, mamá esta trabajando- dijo Lourdes.
-¿ Y cuando podrás escucharme?- dijo la pequeña.
-Luego, cielo- dijo su madre.
-¿Cuando es luego?- 
- No seas pesada Azucena¡ Al final me voy a tener que enfadar¡ Luego es luego¡ y ahora no puedo atenderte- dijo Lourdes irritada por los comentarios de su hija-

Desde hacía tiempo, Azucena le reclamaba más atención que nunca, siempre tenía algo que compartir con ella, siempre necesitaba jugar, bailar, reír y... él como siempre no estaba en casa para ayudarla.


Lourdes era la Financial Manager de una gran compañía canadiense, que tenía sede en London.
Llevaba viviendo allí desde hacía ya 16 años. Todo empezó cuando conoció a Jack en un bar de carretera,ella esperaba a la grúa, que le iba a reparar el coche o acercarla a Bristol. 
Susanne, la mujer de Jack en ese momento, acaba de darle la terrible noticia de que quería divorciarse, sus sentimientos ya no eran los mismos le había dicho, 
-las cosas han cambiado, Jack- dijo ella con lágrimas en sus ojos.

Por supuesto que habían cambiado, ella le había confesado que se sentía atraída por John, su vecino.
 No hacía más de 3 meses que John se acababa de divorciar de Gabriel.
Ella había estado en su casa una semana después de que John la dejara. Se había pasado la noche llorando, totalmente destrozada...
pero por alguna extraña razón Susanne no había estado a la altura de las circunstancias y había tenido que marcharse repentinamente de casa y de una manera injustificada.

 Jack había ido a parar a aquel bar, como un alma en pena que no quiere ser vista ni reconocida por nadie.
Solamente quería dejarse caer en la barra de aquel antro y beber y beber hasta que su cuerpo y su mente le dejaran en paz.
Mientras Lourdes esperaba , estuvo escuchando cada lamento, cada maldición y cada suspiro de desesperación que Jack pronunciaba. Vio recorrer por sus mejillas, cada una de las lágrimas que no pudo controlar.
Ella esperó hasta que él hubo atado todos los cabos, y vio que ya no le cabía ni una gota más de whisky. Entonces Lourdes, que ya tenía el coche arreglado, se ofreció a llevarlo a su casa en Bath, que estaba a pocos kilómetros de Bristol.
Durante el trayecto, ella no pudo dejar de mirar a través del espejo retrovisor, memorizó cada detalle de ese rostro descompuesto que se encontraba en la parte trasera de su coche.
Desde el primer momento en que cruzó la puerta y entró en ese bar de carretera llamado Hollys, Lourdes supo que su destino había cambiado.


Como tenía unos días de vacaciones, había decidido alejarse del ajetreo de la ciudad del Támesis e irse a pasar unos días a casa de sus padres en Utrecht. Adoraba esconderse allí. 
Jack también había podido acompañarlas en este viaje, ya que su empresa le debía unos días de vacaciones.  


-¿Te cuento un secreto?-dijo Lourdes
-Ahora no, luego, estoy cansado- dijo Jack
-¿Cuando es luego?- dijo ella.
-Luego Lourdes!, no seas pesada y déjame dormir-



Lourdes se despertó a primera hora de la mañana y se fue corriendo a la habitación de la pequeña Azucena, la despertó y le dijo:
-¿Quieres que te cuente un secreto?-
-Si!!!- dijo la pequeña con una expresión de admiración tremenda y cara de recién levantada.
-Pero, tienes que prometer que será un secreto entre tú y yo- susurró Lourdes para crear un ambiente de seriedad y confidencialidad con su pequeña.
- !Lo prometo!- y le enseñó sus dedos índice y pulgar juntos, como solían hacer cada vez que se hacían promesas.
-Pues corre, vamos a ducharnos y desayunar que te voy a llevar a un sitio mágico- exclamó Lourdes.


Una vez hubieron acabado con todas las tareas de casa, Lourdes y Azucena se dirigieron al pequeño sótano que tenían sus padres para coger sus bicis e ir a dar un paseo. 
Aún recordaba cuando volvía  a Utrecht con tanta frecuencia , que podía encontrar su bici  atada en el puente del canal de enfrente de su casa. A medida que habían ido pasando los años, su padre había decidido guardarla, para que la lluvia, nieve y desuso no la estropearan.
Pasaron por la panadería, compraron unos pasteles para el almuerzo y siguieron pedaleando sus bicicletas holandesas por los canales de la ciudad.

Antes de llegar al lugar mágico que quería mostrarle a su hija, aparcaron sus bicicletas en la esquina de una de las calles que daban al parque. 
El recinto estaba repleto de esas hojas amarillas, marrones, rojas...que los árboles habían dejado caer para el deleite de todos los caminantes que se aventuraban a cruzar esa alfombra otoñal.
Esa alfombra tostada, que cubría todo el parque, hacía sentir a Lourdes más especial que si fuera la mismísima alfombra roja.
Llegaron a un canal, bajaron sus escaleras y allí Azucena puedo ver uno de sus entretenimientos favoritos:
un columpio.
-Mami, !un columpio!- exclamó la dulce niña.
Para Lourdes no era un columpio cualquiera, era "Su columpio", su lugar favorito de la ciudad...
...no podía recordad la cantidad de horas que había pasado allí balanceándose mientras miraba las estaciones pasar.
-¿ Es precioso, verdad?- Azu, sube que te balanceo!-

Mientras balanceaba a la pequeña, aprovechó para contarle su pequeño secreto.

-Cuando era pequeña, más o menos la misma edad que tú tienes ahora bichito, vivíamos en la casa que ves allí arriba, esa con el ladrillo más oscuro, donde la polea es de color blanco.
Mi padre, es decir, el abuelo Tomás, me trajo un tarde de octubre, sino recuerdo mal, el 27, y me dijo que cerrara los ojos. Después de esperar durante solo 2 minutos, aunque para mi fuera una eternidad, me pidió que los abriera.
Al abrirlos, me encontré con este maravilloso regalo.
Tú sabes que el abuelo Tomás, debía trabajar muy duro, ya que tenía bastantes empresas distribuidas por toda Holanda y eso requería mucho esfuerzo. Un poco como yo ( la miró con una sonrisa apenada)
El abuelo me explicó que este columpio lo había colado en ese árbol expresamente para mí, aún recuerdo lo que él me dijo:
-Lourdesches, cada vez que quieras contarme algo importante, y yo no esté cerca (recordó el brillo que tenían los ojos de su padre en ese momento), balancéate al son del viento, comparte tus pensamientos con el canal y déjate llevar a través del alma de la ciudad. 
Esté donde esté, el viento me hará llegar tus dulces secretos.

Tomás, trabajaba muchísimas horas delante de la ventana que daba al canal, pero cada vez que veía a Lourdes apoyarse en "el balancín de los sueños", dejaba todo lo que estaba haciendo y bajaba a hablar con ella.
Se había creado una dinámica entre ambos, mágica, el columpio no se usaba para jugar, se usaba para dialogar, era la señal que Lourdes mandaba a su padre para pedirle que le dedicara un poco de su tiempo.

Aún recordaba dos de las últimas conversaciones que tuvieron, una de hacía ya muchos años.
-¿Le amas?- Si es así deja Utrecht y vete con él a Londres- le había dicho hacía más de 16 años.

-¿Recuerdas cuando te traje aquí por primera vez?- ¿Sentiste que te quería?- ¿Sentiste que me preocupa por ti?- Pues si es así, busca el rincón mágico vuestro, tuyo y de Azucena, "la silla de los sueños" que te conecte con ella, en Londres o donde sea...
-Pasa tiempo con tu hija, el trabajo es trabajo...no te arrepientas de lo que te perdiste, por estar delante de un ordenador de esos que utilizáis ahora...-la segunda de las conversaciones le vino a la cabeza, aunque está era mucho más reciente.

Azucena se había bajado del columpio y se había ido a coger su chaqueta, ya que empezaba a tener frío.

-Princesa, ¿te cuento el secreto?-
-Si!!- 
-¿Sabes de quién este columpio?-
-No-dijo la pequeña, -Aunque, imagino que ahora de un niño que vive cerca, ¿no?
-Exacto- dijo Lourdes mientras la niña le miraba extrañada.
-¿Sabes quien va a vivir en la casa que te he enseñado?-
-!!!¿Nosotros?!!!- dijo la pequeña con voz incrédula.
-Si, pequeña, si!!- 
-Volvemos a casa, yo trabajaré desde esa ventana que ves (la cogió entre sus brazos y la apoyó en sus piernas) y cada vez que quieras contarme algo importante, 
 balancéate al son del viento en este columpio, 
que yo bajaré corriendo.


-Entonces, ¿Ya sabes de quien es el columpio?- Mira debajo de la madera.
-¿Qué puedes leer?-

-Pa...ra mi fu...tu...ra nieta Azucena- leyó la pequeña
-¡Y pone, el abuelo Tomás!- exclamó.
-27 de octubre del 2002-
-!Es el día que nací!- dijo la niña fascinada.

- ¿ Y no pone nada más?- dijo una voz varonil.
-Y Sino estoy aquí..-continuó la voz...

Madre e hija giraron...
-Abuelooooo, corrió la niña a darle un fuerte abrazo- !!La mami me ha contado el secreto!!

Lourdes fue hacía él y le susurró al oído...

-Esté donde esté, el viento me hará llegar tus dulces secretos-
Gracias 









3 comentarios:

  1. Es una pasada, qué callado te lo tenías. Hay madera, me ha emocionado. Enhorabuena

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  2. Me ha gustado mucho, ¡fantástica idea la del columpio!.
    Bonita historia.

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