viernes, 23 de noviembre de 2012

Pequeños grandes momentos

Amsterdamse bos 17/11/2012
Era una mañana fría de un mes de otoño, Candela se levantó de la cama al escuchar el intercom sonar. -¿Quién podía ser un sábado de buena mañana?- se preguntó a si misma.
-¿Diga?- contestó
-¿Candela Martín? Tengo una carta rectificada para usted, ¿me podría abrir por favor?
-Por supuesto, suba y le firmo el recibí- su voz denotaba un tono de preocupación y sorpresa.

Una vez se hubo marchado el cartero, Candela preparó café, tostadas y un zumo. 
Cuando tuvo todo listo, se sentó en su mesa y cogió el abre cartas que siempre tenía en su buró. 
Éste había sido de su abuelo y en la repartición de la herencia era con lo único que había querido quedarse. 
Ese objeto brillante, melancólico, frío, con aquella cabeza de caballo dorada en uno de sus extremos, le recordaba a su infancia...cuando iba a visitar a su abuelo y él le pedía que le ayudara en su despacho.

- Y ahora Candela, ¿vienes a ayudar al abuelo con las cartas?- le decía guiñándole el ojo. 

Su abuelo tenía problemas de azúcar desde antes que ella naciera, pero aprovechaba esos momentos con su nieta para darse el pequeño capricho de compartir una de las maravillosas galletas de chocolate que tenían escondidos en una caja de latón detrás de unos libros de la biblioteca. 
Si su abuela se hubiera enterado, le hubiera cantado las cuarenta. 
La abuela de Candela, se preocupaba muchísimo por la salud de Carlos.

Ella siempre decía: - Carlos, sabes que no me favorece nada el negro, así que no me dejes viuda antes de hora. Cómete la sopa de coliflor y no me protestes como los niños-
-¿Eso es lo que realmente te preocupa? jaja ¡¿Qué el negro no te favorece?¡jaja- reía su abuelo al oir la razón simplona que su mujer le recitaba día sí, día tan bien.

Mientras Candela se comía las deliciosas galletas, ayudaba a su abuelo a abrir las cartas de los bancos, recibos, facturas...que él iba acumulando durante las semanas para cuando la pequeña le visitara.
Era la excusa perfecta, para compartir tiempo con ella y disfrutar de su compañía.

Tras recordar esa tierna anécdota, rompió uno de los extremos de la carta y sacó un par de folios de su interior. 
No se lo podía creer, ¡eran pequeños fragmentos de las cartas de ese verano¡.
¿Como podían haber llegado a sus manos? ¿Cuantos años habían pasado? ¿20?
Su corazón dio un vuelco, se aceleró y sus manos empezaron a sudar.

Millones de imágenes le vinieron a su cabeza, recordaba ese verano en la playa, recordaba el olor del mar, oía las risas de los amigos que había hecho ese año, sentía sus pies corriendo por las calles repletas de veraneantes mientras evitaba ser pillada por el equipo contrario, reproducía el ajetreo de las conversaciones mañaneras en la orilla del mar, visualizó su piel tostada por los rayos del sol, se imaginó bailando sobre las maderas de la playa, pedaleó mentalmente el patinete que habían alquilado entre todos para llegar hasta el horizonte, se preguntó donde estarían esos collares de conchas que habían creado para vender en su "primer negocio", pensó en buscar las fotos de la fiesta que hicieron con las ganancias, se acordó de ese beso en la mejilla, fruto del azar y de unos de los juegos infantiles, paseos por el mar, lluvias de agosto que obligaban a ponerse chaquetas vaqueras y baños nocturnos...

Llevaba media hora de reloj en el año 2012 pero mentalmente en 1992. Acababa de hacer un viaje al pasado que le había hecho revivir todo de nuevo.

Miró la carta de nuevo y empezó a leer.

Querida Candela, 
¿Cómo estas? Imagino que tan bella y adorable como cuando teníamos 8 años. Ha pasado mucho tiempo desde ese verano donde nuestras vidas se cruzaron. 
Te imagino ahora mismo, recordando las mil aventuras que vivimos en San Juan. 
Risas, bailes, paseos por el mar...
Bien...
La intención de mi carta es compartir estos recuerdos tan maravillosos contigo. Hace unos meses me mudé, con mi mujer y mis hijas a una casa a las afueras de Salamanca, y haciendo la mudanza me encontré con una caja repleta de recuerdos, fotografías, canciones, cintas y estos diarios. 
Te he fotocopiado parte de los fragmentos más importantes o más "románticos" jaja. 
No recordaba la intensidad con la que viví ese amor de verano, el dolor que sentí al ver como te alejabas en el coche de tus padres y me decías adiós para siempre desde la ventanilla trasera, cada carta que te escribí...cada poema que relaté...
...que quede entre nosotros, pero no le he dejado a mi mujer que los lea porque esas cosas tan bellas a ella nunca se las he dicho. Y no quiero tener que dar explicaciones jaja 
El otro día al verlo todo en aquella caja, me dije: ¡debo hacérselo llegar¡. No sé si seguirás viviendo en la misma casa de tus padres o si ellos te podrán hacer llegar el mensaje. 

Pero solía quería alegrarte una día cualquiera.

Un beso enorme de tu amor de verano
Roberto

En ese momento, entendió que no era ninguno de los fragmentos de las 102 cartas que tenía guardadas en una caja encima del armario. Ahora tenía en sus manos los sentimientos más profundos de ese niño de 8 años que se había vuelto loco de amor. 

Le dio la vuelta al sobre para ver la dirección de donde procedía, pero ésta estaba en blanco.
Esto, aún le gustó más. 

Cuando acabó de leer cada uno de los fragmentos del diario, fue a su cuarto, se subió a la silla que tenía al lado del armario y bajó la caja de los recuerdos.
Desconectó el teléfono fijo, el móvil, apagó el ordenador y se desconectó del mundo.

Se permitió el lujo de disfrutar de un día en los años 90. Regresó al pasado, leyendo cada una de las cartas y recordó cada momento con la intensidad que requería.
Esa tarde de recuerdos...le hizo recapacitar sobre tantas cosas...

Cada una de las frases escritas por ese niño, habían sido escritas desde lo más profundo de su corazón, eran magníficas obras de arte, que intensidad, cuanto sentimiento...pensó que ningún hombre de los que había conocido después le había dicho cosas tan bonitas, profundas y sinceras.
Rió al pensar en esta idea... el amor de su vida había sido un niño de 8 años.

Candela disfruto de una día mágico, de esos días que no quieres que se acaben e ir a dormir.
Se alegró de haber guardado esas cartas y de que Roberto las hubiera guardado también.
Solo por esa tarde inolvidable que había vivido y le habían hecho vivir, había valido la pena tenerlas almacenadas acumulando polvo durante tantas años.
Cuando se metió en la cama, mentalmente le quiso agradecer a Roberto (donde quisiera que estuviera) que le hubiera hecho participe de su descubrimiento.

Bella Vita...
 que nos tiene reservados pequeños grandes momentos de felicidad.




1 comentario:

  1. Bonita historia
    Todos llevamos en nuestro corazón ,recuerdos de la infancia ,
    Besos

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